“El diario de Darío” así se llamará este cuaderno:
“Aquí escribí solemnemente mi dulce estancia en este sitio que sitia mi tranquilidad”
Porque la guerra perpetua de la ciudad me cerca entero. Y los dementes ocupan un lugar privilegiado en el agitado centro de la urbe que hierve
Te vestiré de hojas secas y pétalos, pondré sobre tu rostro espinas agudas, cáscaras vacías y trocitos de piedras claras para diferenciarte de los demás cuadernos que guardo en el silencio y la parálisis que gobierna el gran escritorio mío
Te rayaré con tintas de colores:
azul de Prusia para la primera línea, con rojo indio irán las fechas, verde vejiga para el final, pintaré una hoja de negro para escribir con tinta blanca, usaré diamantina y trocitos de tela en los días que seré feliz
Oscureceré con carboncillo todas aquellas fojas que hablen de las cejas caídas, de los ojos llorosos y las camas repugnantes
Y perdón:
arrancaré tus hojas manchadas con los jugos de la carne en descomposición que nunca han de faltar, querido diario, en tu cuerpo, en mi día

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