Todas las mañanas, apreciable Diario mis ojos se abren sin desearlo; ya sea tarde como los domingo ociosos o antes de que el gallo derrame su canción y moje mis sábanas tibias, como en aquellos días que plagan mi calendario y que
responden al nombre de laborales
En las tardes como, y la saliva a veces amarga, igual que las jornadas de tráfico y de delirios de a(utopistas). En ocasiones ese líquido es insípido como en los domingos decolorados que tanto han abundado en los últimos días
Y no quiero decir más
En las noches duermo, ora ya como bebé, luego de beberme entera la mamila de la enajenación televisiva; ora ya como energúmeno porque la electricidad cesó y sólo tuve luz para ver el reflejo de un espejo
Prefiero la noche del sábado, porque en ella prefiguro el sabor de una noche que será buena, aunque nunca se decida a eclosionar y llegar hasta mí y termine podrida (como todas) al lado de la leche rancia y el queso acedo que crecen incontrolables en el fondo del refrigerador desde hace semanas porque no hay quien las quite ni quien las coma ni quien las cambie ni quien se fije en ellas y las tire de una buena vez a la basura por que quien lo hacía me quitó me comió me cambió y me tiró de una buena vez a la basura
Aquí no hay nadie más que yo ¿Y qué soy yo, qué soy ya? Un queso de soya que se pudre en un funcional refrigerador
Y todas las madrugadas doy vueltas en una cama matrimonial con colchón individual, nuevo
Querido diario, ¿ya te dije que eres lo más cercano a un amigo que me queda?


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